Nuevo reto superado: Escritorio.

Hoy vengo a celebrar que, por fin, me decidí a limpiar mi escritorio. Era uno de los pendientes que más me intimidaban, porque sabía que dentro de sus gavetas podría encontrar de todo y que me tomaría mucho tiempo seleccionar qué tirar y qué dejar. 

No es la primera vez que lo intento. Ya había tenido un primer acercamiento con ellas mirando por arribita su contenido y sacando lo que pensaba que no era importante. Lo más que logré en esa ocasión fue liberar media gaveta que, por lo demás, no tardó en volver a llenarse. 

Esta vez las abordé de una forma diferente. La tercera gaveta decidí no tocarla: es la depositaria de cables, cargadores y todo tipo de elementos relacionados con los equipos eléctricos que utilizamos; no hay nada allí que pueda tirar por ahora. Me centré, pues, en las dos primeras. 

Las llevé a la mesa y las vacié completamente. A partir de aquí decidí actuar con rapidez. Iba con la intención de tirar casi todo y, gracias a ese desprendimiento que ya sentía, fue bastante fácil ir seleccionando lo que era necesario conservar y tirando el resto a una bolsa de basura sin pensarlo dos veces. Al final quedé con una gaveta medio vacía y la otra vacía del todo en mucho menos tiempo del que había calculado.

Aproveché ese tiempo restante para guardar en la gaveta vacía el material de oficina que tenía sobre el escritorio, mis gafas y poco más. Quedó aun semivacía, es decir, con todo el contenido a la vista, cómoda y manejable. Y por si fuera poco, conseguí liberar la superficie en la que trabajo, dejando sólo algunos libros y manuales (los que prefiero tener a mano), un recipiente con lápices, pinceles y bolígrafos, la lámpara y el ordenador. (En la imagen, los muñequitos señalan el límite de mi escritorio y el comienzo del de mi esposo.)

Declaro mi escritorio y sus gavetas territorio limpio y recogido, libre de cosas innecesarias. Decido, además, que a partir de ahora permanecerá así.

Elena